ESPEJO
Me gusta el sentimiento pequeño
para arrullarlo entre mis brazos,
mecerlo entre el alma
y adormecerlo entre mi aliento.
para arrullarlo entre mis brazos,
mecerlo entre el alma
y adormecerlo entre mi aliento.
Me gusta el pensamiento sereno
y mecerme entre el tiempo,
con nuestro entendimiento.
y mecerme entre el tiempo,
con nuestro entendimiento.
Me gusta tu mano en mi mano
y las olas lamiéndome el pensamiento,
romper la frente como piedra
de cristal y fundirnos en un espejo.
y las olas lamiéndome el pensamiento,
romper la frente como piedra
de cristal y fundirnos en un espejo.
Hoy es nuestro aniversario de boda, un tres de Abril, calcado al de hoy, entre nubarrones y claros. Pero realmente el día más importante, no es el día de la boda, sino el día que nos conocimos.
Una tarde de vísperas de reyes, entrando por la calle de la Estrella, mi hermano se paró contigo y nos presentó. El mundo desapareció, solo estabas tu y una luz blanca intensa que lo inundaba todo. Yo no sé si existe el destino, pero algo hay.
La primera vez que te vi yo era una niña de diez años y tu un chico, lleno de juventud, por poco me atropellas, con tu descapotable en el mirador de los Castros.
La segunda vez nos vimos fue en la Sala de Muestras de Ferrol, yo ya tenía quince años. Era una sábado por la tarde donde mi hermano tocaba con un grupo, y en los descansos ponían música para bailar. Fue la primera vez que te fijaste en mi, y me sacaste a bailar. Habías ido a Ferrol con un amigo que iba cobrar alquileres, hijo de militar y residente en Coruña. Te fuiste como llegaste y nos quedamos con una sonrisa entre los labios.
Se ve que la vida supo esperar el momento en el que dos almas gemelas se fundieran en un beso eterno. Gracias por toda tu entrega, por estar ahí y seguir a mi lado.
Llegaste a mi como un regalo.
Una tarde de vísperas de reyes, entrando por la calle de la Estrella, mi hermano se paró contigo y nos presentó. El mundo desapareció, solo estabas tu y una luz blanca intensa que lo inundaba todo. Yo no sé si existe el destino, pero algo hay.
La primera vez que te vi yo era una niña de diez años y tu un chico, lleno de juventud, por poco me atropellas, con tu descapotable en el mirador de los Castros.
La segunda vez nos vimos fue en la Sala de Muestras de Ferrol, yo ya tenía quince años. Era una sábado por la tarde donde mi hermano tocaba con un grupo, y en los descansos ponían música para bailar. Fue la primera vez que te fijaste en mi, y me sacaste a bailar. Habías ido a Ferrol con un amigo que iba cobrar alquileres, hijo de militar y residente en Coruña. Te fuiste como llegaste y nos quedamos con una sonrisa entre los labios.
Se ve que la vida supo esperar el momento en el que dos almas gemelas se fundieran en un beso eterno. Gracias por toda tu entrega, por estar ahí y seguir a mi lado.
Llegaste a mi como un regalo.
AUTORA: Mari Carmen Freire Romero
