NAVEGAR ENTRE PALABRAS

jueves, 27 de febrero de 2020

LAS OREJAS Y LOS FREIXÓS DE LA ABUELA



La imagen puede contener: comida, texto que dice "Las Orejas de la Abuela"




Cuando llegan los carnavales me viene a la imaginación los años vividos con mi abuela materna. Vivía con mi tía Choncha pero pasaba las vacaciones, de verano con nosotros, y durante el dia le gustaba estar en nuestra casa de la calle María, hasta que se hizo mayor, no por la edad sino porque la cabeza le empezó a desvariar. La puerta del bajo tenía unos visillos y ella se sentaba en una silla mientras contemplaba el devenir de las gentes. Se llamaba Francisca conocida por sus amistades y familia por Paca.

Le gustaba peinarme, cogía una tina, un peine y me llenaba el pelo de tirabuzones, me ponía una toalla sobe los hombros, pero me dejaba pingando de agua, con el peligro de cogerme un catarro, mi madre ya le decía pero ella cuando se le metía una idea iba a por ella.

Nació en un pueblo de la ría de Ares (Ferrol), Cervás, allá a principios del siglo XX y fue criada junto con sus hermanos por su abuela Filomena, conocida como la panadera de los pobres. Siempre tenía una hogaza de pan para quien lo necesitara. Era mi tatarabuela.

Mi abuela, vivió como la gente de su época dos guerras mundiales, una república, dos dictaduras, y una guerra civil, todo un récord.
Vivió las penurias de las guerras, la explotación de los empresarios Catalanes que se enriquecían con las fábricas del salazón. Mientras las gentes de estos pequeños y humildes pueblos, unos emigraron, y otros inmigraron.
Algunos consiguieron grandes fortunas y se acordaron de su pueblo, haciendo escuelas para que sus gentes, y las futuras generaciones, tuvieran los conocimientos que a ellos les fue vetado y no pasaran sus mismas penurias.

Mi abuela no emigró pero se fue a trabajar a Ferrol y ahí conoció a mi abuelo. Tuvieron cuatro hijas y un hijo. Fueron un matrimonio que con sus esfuerzo y trabajo iban viento en popa. Mis tías fueron al colegio de Cristo Rey, (Ferrol), cuando vivían en la calle del Sol. Después se fueron al barrio de Esteiro e iban a la escuela donde hoy está la actual rectoria y biblioteca de la universidad de Ferrol. El famoso edificio "El Patín". Un edificio emblemático.

Mi abuelo, era barbero y montaron una barbería en la calle San Carlos, el local rebosaba de parroquianos y tenía aprendices que luego se colocaban en la barbería del centro de Ferrol, El Fígaro, situado en la calle Real, Corría la segunda república y el final de los buenos tiempos con el golpe de estado del 18 de julio de 1936 produciéndose una cruenta guerra civil que duraría tres largos años, enfrentando a hermanos contra hermanos. A mi abuelo en ese fatídico golpe de estado, un pelotón lo vino a buscar para fusilarlo. Se salvó porque un parroquiano dio su palabra de que no era un traidor. Realmente mi abuelo era de ideas socialistas, pero siempre hay buenas personas independientemente del partido político al que seas afín.

La barbería perdió parroquianos y con ellos bajó la economía, pero aún así no se amedrentaron y pusieron una tienda y vendían pan en la posguerra, en pleno racionamiento. Mi abuela se las agenciaba para conseguir la harina de estraperlo y así sacar adelante a sus cinco hijos.

Mi abuela era como todas las abuelas muy especial, tenía el arte de la cocina, te hacía unas empanadas, gramadas con la salsa del pochado, del relleno que escogieran, parrochitas, berberechos, lomo, bacalao...etc exquisitas, y nos dejaba ponerle patitos, ovejitas.... Normalmente cuando hacían empanada, se ponían al unisono mi abuela y mi madre. La cocina tenía una hermosa mesa de madera y allí estiraban las capas de la empanada.

Había ocasiones que se reunían las hermanas y la abuela para hacer repostería. La casa se llenaba de niños, de aroma, y calor de la tan querida cocina bilbaína, que mi padre había transformado en eléctrica, consiguiendo unas empanadas únicas. Entre receta y receta, la harina volaba por el aire hasta terminar en la acera.
Las orejas eran bocata de cardinale. Su receta la conservan mis primas, de hecho mi prima Merchy ganó el primer premio de orejas varias veces en el Parque de Santa Margarita, (A Coruña), patrocinando por El Corte Inglés.
Los Freixós son de una exquisitez propia de la mejor de las cocinas del mundo. Con su anís, leche, huevos, harina...
Otra de mis primas Sara, ganó con los Freixós el premio a los mejores freixós de Puentedeume en el Hotel del Eume. Rellenó los freixós con requesón del Eume y mermelada de pera, La Repera, consiguió el primer premio.
A la madre de mis primas (la tía Chicha) también todos los años conseguía el primer premio en Amas de Casa de Ferrol.

Cuando la abuela se ponía en acción era cosa, seria. Primero nos advertía muy seriamente que no le cogiéramos ningún freixó y nosotros siempre le decíamos lo mismo.

No abuela, no te preocupes.

Por aquel entonces éramos mis dos hermanos mayores, P. Daniel y Chenique, mi primo Manolito y yo,  la más pequeña.
Allí estaba mi abuela con la sartén, un tazón, el tocino pinchado en un tenedor, un plato y su copita de anís, esa no podía faltar. Y así iba haciendo, untaba la sartén con el tocino y añadía una chorrito del liquido elemento, cuanto más finas mejor, las depositaba en el mármol, y ya a por otra, antes de sacar la siguiente, la primera pasaba para un plato y así poco a poco el plato iba subiendo de altura entre tragitos de anís del mono, resoplando y sudando.

¡Y ahí estábamos nosotros😂

Cuando más enfrascada estaba, aprovechábamos para entretenerla uno de nosotros mientras otro por detrás le bailaba unos cuantos freixós. Escapábamos disimuladamente y hacíamos una careta, le poníamos ojos, nariz y boca entre risas contenidas. Después le tocaba a otro y así hasta que mi abuela, después de mucho contar se daba cuenta y nos perseguía llamándonos condenados,

¡Venir para aquí condenados, así no termino nunca!

Desesperada nos encerraba en una habitación que había al lado de la cocina, primero nos metía en ella, pero mirábamos por la mirilla de la cerradura de la puerta, y cuando estaba mirando en posición de espaldas al plato de los freixós, nos turnábamos para sustraer los preciados manjares. cuando mi abuela se daba cuenta, entre gritos nos encerraba para que no pudiéramos salir. Este cuarto estaba separado por un tabique que no llegaba al techo, pudiendo saltar con la ayuda de una silla y en otros casos me subían a mi.
Ella seguía con la faena y nosotros nos la agenciamos para saltar el tabique y seguir robando los deliciosos freixós.
A la pobre la volvíamos loca, porque le daba a la cabeza no comprendiendo como el plato nunca subía de altura, mientras nosotros nos partíamos de risa con la panza llena de los suculentos manjares.

Cuenta mi prima Cachy,, que cuando la abuela los hacía en su casa, también la mareaban todo lo que podían, ellos se escondían debajo de la mesa camilla, mientras se partían de risa. Me recuerda mi prima el olor que desprendía el tocino cuando untaba la sartén, para mi es inolvidable, con el olor de anís inundando todo el aire. Todo un placer de los sentidos, gustativos y olfativos, y también para la vista, los freixós con sus puntillistas, una joya, nosotros le llamábamos pañuelos, por sus puntillas.

Sin duda la abuela nos dejó muy buenos recuerdos y una riqueza culinaria de gran valor, una de las mejores herencias.
Porque la cocina hoy la elevaron al rango de arte y universitaria, yo siempre lo pensé. La cocina es la cultura que más nos identifica, que hay que tener, una mano y un don especial, sin olvidarnos del conocimiento. Mi abuela era una artista del fogón.
También hacía un cabrito para chuparte los dedos.
😃
Nos dejó muy joven apenas 64 años, padecía demencia senil o lo que hoy llaman alzheimer. Sus últimos años se dedicó a ir a los directores de los bancos reclamando la herencia que le había dejado su marido. O en plena iglesia cuando pasaba el cepillo le daba dos reales al monaguillo y le reclamaba la vuela, en pleno San Julián, diciéndole que había más días que longanizas, o te sorprendía con una olla de café de todo el café que tenías para el mes, o la cocina y ella misma llena de harina, como si fuera una croqueta.
Un día se le ocurrió ducharnos a mi hermano y a mi en el patio con agua fría, al primer chorro saltamos corriendo y nos escondimos debajo de la cama de mis padres, mientras nos llamaba condenados venir para aquí dándonos con una escoba para que saliéramos. Menos mal que llegó mi madre y nos salvó del tormento. El agua estaba helada.

Ya al final era como una niña, se celaba de los juguetes de mis hermanos Toni y Alex, se los robaba y escondía. Se encaprichó de un muñeco de goma que tenía un silbato y dormía con el, era de mi hermano Ales, no había quien durmiera. Mi madre logró convencerla de quitarle el sonido para  dormir. Por la mañana se lo volvía a poner.

Mi abuela permanece en el recuerdo porque nos enseñó a disfrutar de la vida y de la cocina. A la hora de comprar ropa o zapatos, decía: Sale más Barato poco y bueno que mucho y malo, y en verdad que tenía razón. Nos dejó miles de anécdotas. en aquellos años que su cabeza desdibujaba la realidad.
Mujeres que vivieron un tiempo difícil y salieron adelante. Con voluntad, esfuerzo y espíritu de superación. Mujeres valientes. 😀😍😘
Abuela, hoy te recordamos con cariño y mucho amor. Gracias por todas las risas que nos sacaste y por todas las recetas que dejaste en manos de tus hijas y que hoy tus nietas y nietos siguen disfrutando. Te queremos. ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️


viernes, 21 de febrero de 2020

VIDA Y MUERTE






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 En esa espera de la vida, después de la tormenta unas regresan altivas y otras zozobran tímidamente inmersas en las aguas profundas.

La imagen no es mía, la frase si.