NAVEGAR ENTRE PALABRAS

jueves, 15 de agosto de 2019

RELATO: ESQUIANDO EN EL MARISOL



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Estaba llegando a su fin las aventuras con el Marisol, las navegaciones y todo un mundo de sueños, de aprendizajes y lo más importante, el amor al mar había calado en nuestras pequeñas e infantiles cabezas. Pero aún nos faltaba disfrutar de una nueva experiencia esquiar, sintiendo la velocidad debajo de tus pies y el viento en la cara
Mis hermanos los mayores un día mientras mi padre trabajaba se les ocurrió coger las llaves de la embarcación, por aquel entonces tendrían trece y once años. Estaban acostumbraron a hacer las maniobras de desatraque y atraque, también sabían amarrar y todos los  pormenores de las maniobras y la navegación.
Parece ser que esto lo venían haciendo a menudo, iban con los amigos de la pandilla de la plaza de Amboage (Ferrol). El ocio es muy ocioso y la imaginación de la juventud vuela, así que me imagino que entre unos y otros empezaron a sacar de la cabeza, primero se pasearon por toda la ría, hasta que a alguien se le ocurrió coger la tapa del tambucho de proa, amararle  un cabo y otro cabo para el esquiador, y ambos cabos unidos al barco.
Mi padre había conseguido perfeccionar el motor y la hélice con lo que el barco podía con un esquiador, la fiesta estaba servida. Eran un montón de amigos, y me imagino que todos disfrutaron de la aventura a tope. Lo que no les perdono es que se lo callaran y no me avisaran para poderlo disfrutar como ellos.
Alguien del puerto los debió de ver y lo puso en conocimiento de mi padre diciéndole que lo venían haciendo frecuentemente,  y sobre la hora que dicho acontecimiento se producía.. Mi padre no les dijo nada, sencillamente salió antes de la hora del trabajo y pasó por el puerto. Se dirigió al muelle donde estaba la fábrica de la Pysbe y ya los vio disfrutando y dando curvas elípticas por toda la superficie marina de la ría.
Mi padre  espero pacientemente estático en la punta del muelle, hasta que mis hermanos lo vieron y rápidamente recogieron el esquí y al esquiador y se dirigieron al punto de atraque o amarre del puerto. Por aquel entonces no existían los pantalanes y las embarcaciones se amarraban al  noray o a unas argollas que había por todo el puerto cada pocos metros o tramos, así todos los barcos tenían su amarradero. El barco se fondeaba y se largaban cabos al muelle ayudados por un pequeño bote o chalana, que era el auxiliar de la embarcación, con la que sus tripulantes embarcaban y desembarcaban.
Mi padre ya estaba situado en el punto de amarre con una ligera sonrisa escondida entre su bigote. Mis hermanos estaban muertos de miedo, mientras mi padre permanecía estático sin pronunciar palabra. Mis hermanos estaban acostumbrados a las órdenes del patrón pero en este caso mi padre permanecía observando y dejando hacer las maniobras. Empezaron a desembarcar en grupos hacia el muelle portando un cabo para el punto de amarre, así mientras uno iba haciendo los nudos pertinentes para dejar bien amarrada la embarcación otro iba terminando de hacer la maniobra del bote por medio de cabos, todo muy preciso. Al fin consideraron que habían terminado la maniobra hasta que mi padre se dirigió a mi hermano el mayor y le dije que tenía que afianzar un cabo, rápidamente lo aseguró, A continuación cuando todos los tripulantes estaban en tierra firme,  mi padre les dio una palmada en las espaldas de asentimiento por la buena maniobra realizada. A los amigos les preguntó si lo habían pasado bien, cosa que afirmaron entre cortados y temerosos. Mi padre solo les dijo que la próxima vez lo avisaran, porque podía tener problemas con la guardia civil de puertos, y que él tendría mucho gusto de llevarlos. Y regresaron por la calle San Francisco hacia la plaza de Amboage entre charlas y bromas. Mi padre nunca nos reñía eso se lo dejaba a mi madre. Como así fue. Cuando mi madre se enteró, puso el grito en el cielo con el consiguiente castigo.
Pronto el barco de nuestras aventuras y nuestro despertar iba a formar parte de la historia de nuestra infancia. Un punto final a los veranos por la ría, entre cala y cala, aunque siempre permanecerá en nuestro corazón.

Autora: Mari Carmen Freire Romero.

miércoles, 14 de agosto de 2019

DESAMOR

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Jugueteaste en mi balcón
como cual pájaro desvalido,
cuidé tu cuerpo con cariño
y en mi pecho te hice un nido,
que yo cuidaba entre luz y fuego
y fueron tus palabras no un consuelo,
sino el viento helado que azotó mi pecho.

miércoles, 7 de agosto de 2019

DESPERTAR

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No hay dulce despertar
sin dulce encuentro,
en los amaneceres tiernos
renace la esperanza
del nuevo día,
que ante nuestro ego
se revela como chispa
o como una estrella indefinida
en un cielo cristalino.
Espejo, fruto de un sueño
o de una realidad
tan cercana a nosotros
y tan presente
como nuestros propios sentimientos.


AUTORA: Mari Carmen Freire

jueves, 1 de agosto de 2019

LA BARCA Y EL PESCADOR



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Las pequeñas barcas se juntan a la tardecer
para hacer acopio de fuerza,
ya pasó el temporal
y en la bahía se mecen
entre pequeñas ondas de mar,
una sirena las acaricia en su reposo
y les canta bellas canciones
entre trompetas y caracolas.
La luz se apaga
y se encienden miles de estrellas,
pintadas en la oscuridad de la noche.
Son guiños y sonrisas,
de otro plano de la vida
y en esa oscuridad brilla la luna traviesa,
haciendo alarde de dama misteriosa.
El velo de la noche confunde la sombras
y todo se hace oscuridad y silencio.
Mientras las barcas que dormitan
empiezan a desperezarse
con las primeras luces
deseosas de nuevas aventuras
y se sacuden entre ellas, 
como corceles intrépidos.
Pronta está la madrugada
y volverán a sus faenas,
LA barca y el marinero
como almas unidas de por vida
autora: Mari Carmen Freire Romero.