NAVEGAR ENTRE PALABRAS

miércoles, 17 de julio de 2019

RELATO:LOS COLCHONES DE AGUA

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Un verano más y nuevas historias y aventuras nos esperaban con el Marisol. Mi madre ese año había pensado sorprendernos y un día apareció por casa con cuatro colchones de agua. Dos grandes donde cabían dos personas, con dos almohadas y otros dos más sencillos para una persona con una almohada.
De los dos grandes uno era para mis padres y otro para mi hermano el mayor, los otros dos eran para mi otro hermano  y para mí. Los nuestros tenían una particularidad, en el centro de la almohada tenían un círculo transparente desde el cual podíamos ver el fondo del mar. Eso nos tenía emocionados y excitados, al fin podíamos ver lo que había en el fondo de los mares.
Llegó el día señalado y allá nos fuimos con todos los aperos para disfrutar de una jornada de mar por la hermosa ría de Ferrol. Ese día fuimos al castillo de San Felipe. Hermoso rincón con su pequeña playa, sus rocas y las anclas de las cadenas que formaron parte de la protección de la ría al pie del castillo. Con una vista maravillosa de la bocana.
Por aquel entonces éramos muy pequeños yo estaba aprendiendo a nadar,  apenas me mantenía. Estábamos ansiosos por llegar, hinchar los colchones y lanzarnos al mar. Llegamos al puerto y nos dirigimos rumbo entre castillos en un día de  de principios de verano. No sin antes hacer la famosa carrera con la lancha de Mugardos y su patrón Pastor, todo formaba parte de la aventura del día. Mientras mi padre terminaba con su lentitud de hacer el fondeo nosotros ya estábamos con los bañadores puestos. Mi padre sabía de nuestro nerviosismo y así aumentaba nuestra emoción.
Ya no necesitábamos esperar a subirnos al bote para llegar a la orilla, ahora desde el Marisol podíamos lanzarnos con los colchones  al mar y así lo hicimos. Primero lo hizo mi hermano el mayor y así uno tras otro según la edad, yo fui la última, no porque tuviera miedo sino por imperativo de mis padres.
Tiramos los colchones al agua y con precaución el primer día nos subimos  cada uno en su colchón.
¡Ay  cuál fue la sorpresa!, mi hermano y yo quedamos aterrorizados del mundo submarino, lleno de algas gigantes, infinidad de vida marina, obscuridades tenebrosas que se asemejaban a monstruos del lago Ness. Quedé paralizada con un ataque de terror, mi hermano lo mismo. Decidimos acercarnos a la orilla donde había más claridad y arena en su fondo. Así poco a poco fuimos tomando confianza en las profundidades, aconsejados por mi padre entre risas y bromas. El mar estaba lleno de cientos de seres que antes no había podido constatar, cangrejos, estrellas, camarones, pulpos, lorchos, caballitos de mar, erizos, todo un mundo de vida con inmensos bosques de algas de distintas formas. Sin duda una clase de mar en vivo, algo inigualable.
Pasando los días y sacando el miedo del cuerpo, hacíamos auténticas incursiones por cuevas, y pequeños recovecos, arenales. Jugábamos a quien era el más rápido y todo un sinfín de aventuras. Siempre guiados por mi hermano el mayor, que al final el colchón que más le gustaba era el nuestro, daba más juego y de vez en cuando se lo prestábamos.
Los colchones también los utilizábamos en la playa de Chanteiro, la playa tenía según el tiempo unas olas donde podíamos deslizarnos con los colchones haciendo auténticos piruetas,  dentro de juegos y risas. En aquellos tiempos los colchones eran una gran novedad.
Todo esto lo viví con apenas cuatro años. Os podéis imaginar, nuestras emociones y sorpresas, en unos tiempos que ni TV teníamos