Jugueteaste en mi balcón
como cual pájaro desvalido,
cuidé tu cuerpo con cariño
y en mi pecho te hice un nido,
que yo cuidaba entre luz y fuego
y fueron tus palabras no un consuelo,
sino el viento helado que azotó mi pecho.
No hay dulce despertar sin dulce encuentro, en los amaneceres tiernos renace la esperanza del nuevo día, que ante nuestro ego se revela como chispa o como una estrella indefinida en un cielo cristalino. Espejo, fruto de un sueño o de una realidad tan cercana a nosotros y tan presente como nuestros propios sentimientos. AUTORA: Mari Carmen Freire