Tímidamente una estrella se eleva por el horizonte,
Lorenzo ilumina todo el espacio y nos saca una sonrisa
En aquellos tiempos de juventud donde la vida era un juego
y las risas resonaban por todo el espacio como un eco.
Los veranos en Meirás llenos de amaneceres y atardeceres,
de aventuras y encuentros de verano, se fueron tímidamente.
Yo ahora lo recuerdo con nostalgia, la pandilla de verano fue
mermando sus miembros, antes de lo esperado.
Las caminatas por la Frouxeira con la Tosca incansable y veloz como una gacela, daban a la aventura una imagen surrealista, nos apremiaba a nuestra torpe marcha, ansiosa e intrépida.
Los tiempos de pesca, siempre empezaban con una caminata donde nos repartíamos los aparejos de la pesca submarina, aletas, plomadas, trajes de neopreno, escarpines, fusiles y gafas.
Las maragotas y los pintos eran los peces más abundantes de la zona, raro era el día que no se pescaba.
En esos tiempos de pesca ignorábamos que los erizos eran manjares del paraíso y pasamos de ellos cuando allí en la playa de la ermita estaba lleno de hermosos ejemplares.
¡Quien lo supiera jajajja!
Los pulpos los cogíamos con bicheros y los vendíamos a la Costa del Mar, un restaurante a pié de playa y el primero en la playa del río. De aquellos que tenían una máquina de discos y allí nos pasábamos algunas tardes, entre discos y chistes que uno de la pandilla nos contaba sin olvidarnos de la guitarra y las canciones de Andrés Do Barro.
Este amigo todos los veranos pasaba un tiempo con nosotros, venía de las colonias Españolas del norte de África. Su familia se fue para allí cuando eran muy pequeños, pero la amistad siguió a través de los tiempos y la distancia.
Tiempos inolvidables, llenos de nostalgia. Recuerdo cuando nos mirabas desde las rocas. No comprendías como podíamos estar en el agua tan tranquilos. ´Él venía de otras latitudes donde el mar conservaba otra temperatura. Para nosotros estaba buenísima. 😃😃. pero ciertamente pasados los años reconozco que la temperatura de las aguas de Meirás, son punto y aparte. Los amaneceres sublimes y sus puestas de sol inigualables.
Los pulpos nos los vendíamos a diez pesetas el kilo, y lo cambiábamos por aguardiente para hacer la queimada. Por cierto a mi nunca se gustó me resultaba vomitiva. Después ya le fuimos añadiendo algo de comestibles, conseguimos un saco de mejillones a buen precio que nos traía un veraneante que trabajaba en exportador de pescados en la lonja de Coruña y unos chorizos que no recuerdo su procedencia, los hacíamos en la brasa de la hoguera que hacíamos.
La mayoría de las veces aparecía una pajera de la guardia civil, envueltos en una capa rígida y un fusil colgado al hombro. A mi siempre me impresionaba.
Mientras nos miraban, nosotros les ofrecíamos de lo teníamos, ellos le daban a la cabeza y nos daban los consejos pertinentes.
Antes de iros echarle arena a la hoguera para que no se propague un incendio.
Con el tiempo nos dejaron en paz.
Poco a poco fuimos creciendo y nos fuimos distanciando, cada cual cogió su camino, unos llegaron a surcar los cielos y los mares y otros permanecieron entre leyes, o entre diagnósticos médicos, otros creadores de edificios, y otros creadores de sueños
.
Nos casamos, tuvimos hijos, nietos, pero siempre seremos parte de aquella pandilla, que entre chapuzones de mar, y aventuras disfrutábamos
de aquellos largos veranos en Meirás.
Tengo una cita pendiente a este hermoso y singular paraíso, Meirás, la Frouxeira, un humedal en un entorno único e inigualable. Un arenal 1700 metros la largo con 500 de ancho con su laguna con una fauna vegetación extraordinaria, lugar de tránsito de aves migratorias, donde anidan y descansan las aves tras continuar su marcha.
También participábamos en la labores del campo. La tan tradicional trilla, la recogida de patatas o una simple siega de hierba para la comida del ganado.
Sin duda unos veranos llenos de calor humano, participación e integración a la vida del pueblo, aquel pueblo sencillo y labriego.
Mientras la Tosca vivía los mejores años de su vida, saltando, corriendo y pescando las tan preciadas angulas en el río de la playa del Río,
¡llámale tonta a la perra!.
Pasado el tiempo nos enteramos de lo que hacía con aquellos bocados que le daba al agua, eran las suculentas angulas que te zampaba. 😀
Meirás siempre en el corazón, hasta pronto.