En que quietud inmóvil
se quedaron los cuerpos,
cuando al cerrar los ojos
me quedé despierta.
Suena la flauta
y canta el silencio...
ya no queda nada
tan solo los fríos recuerdos
como el invierno.
A la orilla del río
se acercan en un susurro
chispeantes estrellas,
reflejadas en la cómica
caricatura de la vida.
En ese transcurrir sereno,
donde nunca ocurre nada,
donde la mayor sorpresa
termina en un susurro de invierno,
se desliza el río mar adentro
y se cubren las olas
en baños de espuma,
fiel montura de mis pensamientos.
Más allá queda la orilla,
donde las gaviotas no duermen,
donde los sueños pasan de largo,
donde los días no existen
y se empapa todo en oscuridad.
Allá, que es aquí
laten las vidas
como en un sopor de siesta,
duermen las voces,
duermen los pensamientos.